10 cosas que usted debería saber acerca de Dios

“Así dijo el Eterno: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy el Eterno, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice el Eterno” (Jeremías 9:23-24)

Por John R. Schroeder

Un famoso juez inglés, reconocido por su fuerte creencia en Dios, a veces se encontraba con personas que decían no creer en Dios. Él siempre les pedía que describieran al dios en el cual no creían. Después de escuchar sus respuestas les decía que él tampoco creía en ese dios que acababan de describir.

¡Cuán pocos entienden y conocen a Dios en la actualidad! La razón principal de esto es que la mayoría de las personas adquieren su concepto acerca de Dios de otras personas, en lugar de adquirirlo de la palabra inspirada de Dios, la Biblia. Es por esto que su perspectiva de Dios casi nunca está de acuerdo con la revelación bíblica acerca de lo que es él en realidad.

Otra razón es que muchos maestros religiosos nunca han tenido acceso a la clave crucial que permite adquirir el conocimiento de Dios. Esta clave es el Espíritu Santo de Dios, accesible a aquellos que el Creador llama y que están dispuestos a reconocer qué y cómo somos en relación con él (Isaías 66:1-2). Y ese don del Espíritu de Dios es dado sólo “a los que le obedecen” (Hechos 5:32), un requisito bíblico que muchos teólogos pasan por alto.

El apóstol Pablo explica la única forma en que la limitación del entendimiento humano puede ser superada: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros [los verdaderos seguidores de Cristo] por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1 Corintios 2:9-10).

Sin el Espíritu Santo de Dios, los seres humanos no pueden comprender las cosas de Dios: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (v. 14).

¿Cómo podemos entonces avanzar en nuestro descubrimiento de las cosas de Dios? Estar más al tanto de las maravillas de la creación y nuestro asombroso universo es un elemento que nos puede ayudar. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”, afirmó el rey David (Salmos 19:1).

Sin embargo, la Biblia en sí es la clave fundamental para entender y conocer a Dios. Como ella lo declara: “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16).

Analicemos brevemente 10 de las principales características de Dios que aparecen en la Biblia (aunque por supuesto existen muchas más).

1. Dios es nuestro Creador

Dios es el supremo Creador de todo. Sin embargo, en el último siglo y medio la teoría de la evolución se ha convertido en una gran barrera para la creencia en Dios como Creador. Esta forma atea de pensamiento impera en la intelectualidad del mundo. De hecho, gran parte de la educación superior está basada en una creencia irracional en una serie de accidentes afortunados: evolución sin sentido. (Si desea profundizar más acerca de la falsedad de esta teoría mundialmente aceptada, no vacile en solicitar el folleto gratuito Creación o evolución: ¿Importa realmente lo que creamos? O si lo prefiere, puede descargarlo directamente de nuestro portal en Internet.)

Dios el Padre llevó a cabo la creación por medio de su Hijo Jesucristo. Veamos lo que nos dice el apóstol Pablo, refiriéndose a Cristo: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Colosenses 1:16).
¡Cristo es el Creador! El libro de Hebreos lo confirma: “Dios . . . en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Hebreos 1:1-2).

El maravilloso relato de la creación en Génesis 1 está confirmado y complementado por los versículos iniciales del Evangelio de Juan: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3). El versículo 14 nos dice que el “Verbo”, por medio del cual Dios creó todas las cosas, es Jesucristo. (Si desea estudiar más acerca de este tema, no vacile en solicitar o descargar el folleto gratuito ¿Existe Dios?)

2. Dios es el supremo Legislador

El apóstol Santiago, hermano del Señor, nos recuerda: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). Uno de los dones más importantes que Dios ha dado a la humanidad es su ley espiritual. Después el apóstol se refiere a ella como “la perfecta ley, la de la libertad” (v. 25) y también la llama “la ley real” (Santiago 2:8).

Un renombrado profesor británico, experto en derecho, escribió: “La ley lo impregna todo. Existe en cada célula de la vida. Afecta a todos virtualmente en todo momento. Gobierna todo aspecto de la vida y aun lo que nos sucede después de la vida . . . gobierna el aire que respiramos, la comida y la bebida que ingerimos, nuestros viajes, la sexualidad, las relaciones familiares y nuestra propiedad” (Gary Slapper, How the Law Works [“Como funciona la ley”], 2007, p. 1).

¿Por qué, entonces, tantos religiosos creen y enseñan que la ley de Dios es un yugo de esclavitud? ¡Cuánto han tergiversado la palabra de Dios! Todo el universo funciona según las leyes de la física. Podemos estar absolutamente seguros de que el cometa Halley aparecerá en el firmamento en un momento definido. Nuestro mundo civilizado sufre un daño enorme cuando las fuerzas de la anarquía se imponen. Sin ley, la civilización humana no puede durar mucho tiempo.
El profeta Isaías nos dice: “El Eterno es nuestro legislador” (Isaías 33:22). Santiago afirma que “uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder” (Santiago 4:12).

Jesucristo resumió los Diez Mandamientos en dos principios fundamentales: amor a Dios, “el primero y grande mandamiento”, y amor al prójimo (Mateo 22:36-39). Los Diez Mandamientos constituyen una ley de amor. “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3).

3. Dios es amor

La palabra amor es probablemente la palabra más mal utilizada, tergiversada y mal aplicada en todos los idiomas. El deseo lujurioso de poseer a otra persona no es en realidad amor verdadero. En la televisión y el cine el amor se confunde frecuentemente con el deseo. Muchos son guiados al pecado por un incontable número de películas fantásticas que promueven el erotismo ilícito. (Son escasas las películas en las que se muestra cómo las relaciones sanas se transforman y llegan a convertirse en verdadero amor romántico.)

Originalmente, el Nuevo Testamento fue escrito en griego, una de cuyas características es que tiene varias palabras para referirse a las diferentes clases de amor. Ágape es el término que mejor describe a Dios. Generalmente expresa una preocupación activa, genuina y altruista por el bienestar de otros.
El apóstol Juan explica: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:7-8). Nuestro Creador enseña continuamente a los seres humanos a amarlo a él y al prójimo.

El amor es la expresión primordial y más importante del Espíritu Santo de Dios (Gálatas 5:22). Es el primer don de Dios que deben buscar todos los cristianos.
El apóstol Pablo nos dice cómo debería funcionar el amor en una persona espiritualmente transformada: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser” (1 Corintios 13:4-8).

¿Cuál es la máxima expresión, la más perfecta de todas, del amor de Dios el Padre por los seres humanos atrapados en sus pecados? La Biblia nos da la respuesta: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

4. Dios está lleno de justicia y de misericordia

El amor de Dios abarca tanto la justicia como la misericordia. Él es un Dios de justicia y a la vez de abundante misericordia. Es debido a la característica divina de la justicia que tuvo que ser pagada la pena de nuestros pecados, que son las transgresiones de la ley de Dios (ver 1 Juan 3:4). Pero es por la misericordia divina que Cristo murió por nuestros pecados. Ya que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23), Cristo, quien nunca pecó, tuvo que sufrir una muerte cruel en nuestro lugar para que el Dios de justicia pudiera además mostrarnos su gran misericordia perdonando gratuitamente nuestros pecados, para que por eso él pudiera darnos vida eterna.

¡La Biblia toma en serio el pecado! El pecado constituye rebelión contra Dios, quien se opone a cualquier forma de maldad. El concepto de la gracia que el mundo religioso en general acepta tan ampliamente es una gracia “barata” que nunca ha sido parte del plan del Padre y es absolutamente contraria a su carácter divino. Todos hemos quebrantado su ley espiritual, y el verdadero arrepentimiento es el primer paso en nuestro camino de regreso a él.

Sin embargo, la reconciliación con Dios el Padre sólo podría ser posible al pagarse el precio más alto de todos: la sangre derramada de su Hijo Jesucristo. Como lo expresara el apóstol Pedro, “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preci-osa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:18-19).

Cuando Jesús regrese para reinar en la tierra, traerá orden a todo el mundo, “disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia” (Isaías 9:7). Además, “juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra” (Isaías 11:4).

No debemos pasar por alto la justicia de Dios y sus juicios, que están llenos de gran misericordia. Santiago escribió que “la misericordia triunfa sobre el juicio” (Santiago 2:13). Pablo escribió: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3).

5. Dios es eterno

Poco antes de agonizar y finalmente morir, Jesucristo oró así: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17:5). El apóstol Pablo le escribió en una carta a Tito acerca de “la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos” (Tito 1:2). ¡Dios existió antes de cualquier otra cosa!

Recordemos que “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). El Cristo glorificado afirmó: “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:8). “El Alfa y la Omega” es un modismo griego que denota “la existencia creadora eterna de Dios” (The New Bible Dictionary [“Nuevo diccionario bíblico”], 1974, p. 26).

Hebreos 7:3 nos habla acerca de uno “que ni tiene principio de días, ni fin de vida”. Este es el sumo sacerdote Melquisedec (v. 1), aquel que más tarde se convirtió en Jesucristo. (Si desea ver las pruebas bíblicas de esto, no vacile en solicitar o descargar el folleto gratuito ¿Quién es Dios?) De hecho, la existencia de Cristo es “desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2).

El profeta Isaías registró esta increíble verdad acerca de Dios: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo . . .” (Isaías 57:15). Dios el Padre y Jesucristo (el Verbo), siempre han existido. Son seres espirituales divinos (Juan 4:24). Nadie los creó. Ellos estaban presentes antes del principio de la creación, antes de que el tiempo comenzara. ¡Son eternos!

6. Dios es una familia

El apóstol Pablo exclamó: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra” (Efesios 3:14-15).

Dios no es una trinidad cerrada, sino una familia que está creciendo. En cuanto a la doctrina de la Trinidad, The Oxford Companion to the Bible [“El complemento Oxford de la Biblia”] nos dice bajo el artículo “Trinidad” algo muy interesante: “Como la Trinidad es una parte tan crucial de la doctrina cristiana posterior, es muy notable que el término no aparezca en el Nuevo Testamento. Asimismo, el concepto desarrollado de que hay tres personajes iguales en la divinidad, y que se encuentra en las fórmulas de los credos posteriores, no puede ser detectado claramente en el canon [del Nuevo Testamento]” (Bruce Metzger y Michael Coogan, directores, 1993, p. 782, énfasis añadido).

La palabra posterior es esencial para entender por qué la creencia cristiana tuvo que soportar el peso de la doctrina de la trinidad. No fue hasta mucho después de que la Biblia hubiera sido escrita que los teólogos propusieron originalmente la doctrina, y otros la ampliaron a lo largo de los siglos.
Desafortunadamente, la doctrina de la Trinidad ha sido una barrera muy grande para comprender claramente la verdad bíblica de que Dios es una familia divina. (Si desea aprender mucho más acerca de esto, le recomendamos que solicite o que descargue el folleto gratuito ¿Quién es Dios?)

La familia de Dios está encabezada por el Padre, y en la actualidad está formada por Dios el Padre y Dios el Hijo, Jesu-cristo. Su plan y deseo está enfocado claramente en “llevar muchos hijos [e hijas] a la gloria” (Hebreos 2:10). Este plan ha sido formulado desde el principio.

Jesucristo es “el primogénito de entre los muertos” (Colosenses 1:18), “el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29). Estos pasajes significan que vendrán muchos más que se unirán a la familia como seres espirituales semejantes al Padre y a Cristo. Esto sucederá en la primera resurrección, cuando los justos sean resucitados a la vida eterna (ver 1 Corintios 15:49-54; 1 Juan 3:1-2; Apocalipsis 20:6).

Aquellos que son verdaderamente convertidos y han recibido el Espíritu de Dios se consideran ya como parte de la familia (nuevamente, ver Efesios 3:14-15). Ellos esperan la etapa final en la segunda venida.

En ese momento Jesús “transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Filipenses 3:21). Entonces se podrá decir en el sentido más amplio: “Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6:18).

Aun este paso supremamente importante sólo implica a las primicias de la salvación de Dios, porque más tarde él agregará incontable número de seres humanos a su familia. (Si desea ahondar más en el increíble plan del Creador y su propósito para la humanidad, puede solicitar o descargar el folleto gratuito Nuestro asombroso potencial humano.)

7. Dios es el gran Sanador

A pesar de todos los increíbles adelantos y descubrimientos en la ciencia médica, la humanidad todavía se encuentra agobiada con la diabetes, el cáncer, las enfermedades cardiovasculares, el sida, y un gran número de adicciones y de padecimientos crónicos incurables. Ciertas medicinas pueden ayudar en el proceso de curación, aunque algunas veces tienen graves efectos secundarios. Los seres humanos todavía necesitan desesperadamente la sanidad divina.

Con el tiempo nuestro Creador ha hecho posible que los médicos e investigadores adquieran una gran comprensión del funcionamiento de nuestro organismo. Jesucristo nunca habló en contra de los médicos en su época. Todo lo contrario, en una ocasión dijo: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mateo 9:12). Lucas, quien viajara en muchas ocasiones con el apóstol Pablo y escribiera gran parte del Nuevo Testamento, era llamado “el médico amado” (Colo-senses 4:14).

A pesar de todo lo anterior, muchos cristianos ignoran que la Biblia describe a Dios como nuestro Sanador. “Yo soy el Eterno, tu sanador” (Éxodo 15:26). No obstante, su maravilloso poder, capaz de obrar milagros, no encuentra una gran acogida en nuestra sociedad irreligiosa. Aun en medio de la Tierra Santa, hace cerca de 2000 años, la Biblia afirma que Jesús “no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos” (Marcos 6:5-6).

Sin embargo, él sanó a muchos durante su ministerio terrenal. “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mateo 9:35). Aun así, muchos sospechan de la sanidad divina, y algunos religiosos suponen que el tiempo de los milagros hace mucho pasó a la historia.

Un conocido teólogo inglés contradijo correctamente esta afirmación tan común: “Pero negar la posibilidad de los milagros, ya sea por un prejuicio teológico, ya sea por un secularismo científico, bordea en lo absurdo. Ya que creemos que Dios es el soberano Creador del universo, por supuesto que es capaz de intervenir en su propio mundo. No tenemos la libertad de encerrarlo en cuadrículas pequeñas ni de dictarle lo que tiene permitido hacer y lo que no” (John Stott, Evangelical Truth [“Verdad evangélica”], 2003, p. 124).

Muchos cristianos ignoran las instrucciones que se encuentran en la Biblia cuando se enferman: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor” (Santiago 5:14). ¿Qué es lo que se espera que suceda entonces? “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará” (v. 15). Pero debemos dejar la forma y el momento a la decisión de Dios, tal como lo indica el versículo 16.

Jesús dijo: “Conforme a vuestra fe os sea hecho” (Mateo 9:29). Para entender cómo aumentar su fe, puede solicitar o descargar el folleto gratuito Usted puede tener una fe viva.

8. Dios es el máximo planificador

Todos los seres humanos son importantes para Dios. El primer hombre y la primera mujer encumbraron su creación física. Después de todo, los hizo a su propia imagen (Génesis 1:26-27), y nosotros somos sus descendientes.
Jesucristo dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra [refiriéndose a su crucifixión que ocurriría muy pronto], a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32). El primer paso en el plan de Dios para la humanidad fue el sacrificio de su Hijo para que nuestros pecados pudieran ser perdonados. Pero su plan divino no se detiene allí.

Veamos lo que Pablo les dijo a los cristianos de Éfeso: “Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Efesios 1:9-10).

En la era actual hay demasiado caos y confusión. “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Romanos 8:22). Pero no siempre será así. Leamos el versículo siguiente: “Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción [los derechos totales por el hecho de ser hijos], la redención de nuestro cuerpo [en el momento de la resurrec-ción]” (v. 23).

Un poco antes, Pablo había escrito “porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios” (v. 19). Dios va a enderezar todo con la ayuda de sus santos resucitados. Esto es por lo que él está llamando a las primicias de su familia durante esta era del hombre. Muchos más serán llamados a la salvación a su debido tiempo.

Dios va a llevar a cabo su gran propósito paso a paso, de acuerdo con el orden que revela la Biblia. Nuestro Creador ha revelado siete pasos de su plan divino y majestuoso por medio de la celebración de los festivales anuales bíblicos. Para entender cada uno de éstos, no vacile en solicitar o descargar el folleto gratuito Las fiestas santas de Dios.

9. Dios revela el futuro

Ningún adivino o profeta podría jamás haber predicho acertadamente el notable surgimiento y caída de naciones, líderes y pueblos, tal como está anunciado en la Biblia. Dios nos aconseja a todos: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos [las cosas que él ya ha llevado a cabo]; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho” (Isaías 46:9-10).

Nuestro Creador “llama las cosas que no son, como si fuesen” (Romanos 4:17). Él tiene el poder, la previsión y la sabiduría para hacer que las cosas sucedan de acuerdo con su gran plan y propósito para la humanidad. “Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré” (Isaías 46:11).

Dios no sólo nos profetiza acerca de un mundo futuro de prosperidad, paz y abundancia, sino también acerca de una época de catástrofes horripilantes que el hombre atraerá sobre sí mismo. Aunque tenemos una tecnología que siempre está avanzando, que produce herramientas que nos facilitan ciertas labores de una forma que nuestros antepasados jamás hubieran podido soñar, también ha producido medios incalculables de autodestrucción que amenazan nuestra seguridad.

Mientras tanto, el crimen y la violencia, padecimientos y enfermedades, hambrunas e inanición, pobreza e infelicidad van en auge, tal como Dios lo profetizó hace mucho tiempo. Él es un Dios vivo de amor y misericordia, justicia y compasión, y él va a intervenir para salvar a la humanidad de sí misma (Mateo 24:21-22).

Si Dios no existiera, nuestro destino fatal estaría sellado y toda la vida humana desaparecería por completo. Pero él es nuestro Dios viviente, y va a intervenir. Está al tanto de lo que ocurre en el mundo actualmente y está muy preocupado por el mal que nos hemos acarreado. La humanidad está atrapada en una red de rebelión en contra de su Creador, y es comple-tamente incapaz de liberarse de ella.

Por esto es que Dios el Padre va a enviar a su Hijo Jesucristo de regreso a la tierra, para que nos salve de nosotros mismos (Apocalipsis 11:15). Cristo, con sus seguidores glorificados de esta época, va a gobernar personal y directamente a la humanidad por un período de mil años, en una época de bienestar y paz que no somos capaces de imaginar (Apocalipsis 20:4-6). Durante ese período milenario miles de millones de seres humanos se arrepentirán por medio de la palabra de Dios que saldrá de Jerusalén a todas las naciones.

Para entender la proyección histórica y el panorama de eventos futuros, no vacile en solicitar o descargar el folleto gratuito Usted puede entender la profecía bíblica.

10. A Dios le importa usted

El cuidar y sentir compasión por alguien más es una característica divina que algunas veces las personas pasan por alto al pensar en nuestro Creador. Pero el rey David no lo hizo. Él exclamó: “Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, lento para la ira, y grande en misericordia y verdad . . . tú, Eterno, me ayudaste y me consolaste” (Salmos 86:15-17).

En los evangelios leemos que “saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos” (Mateo 14:14). Más tarde Santiago escribió que “el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Santiago 5:11).

El mundo pecador en el cual vivimos, inevitablemente causa mucha ansiedad y preocupación en muchas personas. Pero el apóstol Pedro nos dice que debemos tener verdadera humildad y confianza en Dios, “echando toda [n]uestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de [n]osotros” (1 Pedro 5:6-7). ¡Dios es el supremo protector y ayudador!

De una forma hermosa David expresó todo el cuidado y la preocupación de nuestro Creador por nosotros: “Bendice, alma mía, al Eterno, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias” (Salmos 103:2-4).

Resumen

Un pasaje en el libro de Efesios nos resume lo que Dios quiere que su pueblo sepa y entienda acerca de él. Pablo les dijo a los cristianos que oraba por ellos teniendo esto en mente: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza” (Ef-esios 1:17-19).

Nuestra oración es parecida, que usted procure entender a su Creador, que reciba lo que él revela y ¡que experimente el poder de él obrando en su vida! BN